Ernesto Calabuig
Obras renovadoras y deslumbrantes como Rosario Tijeras, Paraíso Travel o Melodrama han hecho que el buen lector celebre la publicación de cada nuevo libro del colombiano Jorge Franco. Como en sus anteriores trabajos, encontramos en Santa suerte esa capacidad del autor para estar en la gran tradición hispanoamericana y decir cosas nuevas partiendo?de ella. su gran virtud: conservar?y romper a un tiempo. Realismo mágico, realismo trágico… son solo etiquetas que se empequen?ecen en medio del torrente de sus narraciones.
Santa suerte está compuesta?en 72 veloces capítulos, en realidad momentos o secuencias de la vida de las tres hermanas protagonistas: leticia (“la que cometió una locura”), amanda (“la que espera una llamada”) y Jennifer (“la que inventa dolores”). Como de costumbre,?hay en el texto una gran influencia del lenguaje cinematográfico,?así como temas recurrentes de?sus anteriores obras: la reflexión sobre la buena o mala fortuna, el pasmo ante lo que el destino pueda hacer con nosotros, los riesgos de la ambición personal, el peso del matriarcado y la ausencia del padre, la atención al lenguaje popular, la violencia cotidiana, la corrupción política y judicial.
El incendio de una vivienda “que se quemaba con su pasado y una mujer adentro” nos introduce en una historia de tres hermanas que la vida fue transformando en juguetes rotos y que, en la alternancia de escenas, van tomando la voz para descubrirse y justificarse ante el lector. nos cuentan en qué medida jugaron sus bazas (ese “abismo entre el querer y el poder”) y salieron ganadoras o perdedoras. la óptica tragicómica que una vez más adopta Franco, su habitual mezcla de humor y drama, parece formularse ya desde el principio al mencionar “la dosis de burla que hay en toda tragedia, el diablo que ríe en medio del desastre”. por otro lado, la elección de nivel no puede dejar de lado el melodrama y la sentimentalidad de telenovela y bolero en la que se educaron sus mujeres protagonistas. a veces la desgracia es la de amanda, que no puede asumir ni soportar el desengan?o amoroso de su único y breve romance (solo ocho citas de motel) con un chico veinte an?os más joven que ella. le resta esperar inútilmente sus llamadas y escribir cartas que no podrá enviar (“le hablo al recuerdo,?al fantasma”). otras veces nos asomamos a la vida de su hermana Jennifer, que se construye todo un personaje (una víctima) y una forma de vida desde que, de niña, se inventó dolores, atracos, violaciones… que le reportaron provecho económico. sus días transcurren autolesionándose y sacando partido a las habilidades adivinatorias (números de lotería) de sus dos hijos gemelos. la tercera de las hermanas, leticia,?sí sufrió una violación real, siendo nin?a, en ese pueblo perdido y monótono de entrerríos. Desde una sorprendente primera declaración (“un cuarto de hora sería suficiente para contar mi vida”) asistimos a la dosificada confesión de su deseo de salir adelante en medellín, buscando unos hombres y otros (comerciantes de telas, “diyeis”, v“endedoresdecoches,aspirantes a narcos y a mafiosos…), iremos paulatinamente conociendo el porqué del aire de despedida que inunda todo su relato. Franco se vale de una prosa limpia, eficaz, capaz de ir a la absoluta esencia de las cosas, en una novela sobre el miedo a perder o caer en desgracia. Deslumbra su oído para la gracia de los coloquialismos y esa capacidad poética y enumeradora de prodigios que estaba ya en la gran tradición colombiana.