La violencia: ente de sujeción entre lo femenino y lo masculino en Maldito amor de Jorge Franco

Ángela María González Echeverry
Noviembre – 2003

Maldito amor (1996) de Jorge Franco contiene una serie de relatos cortos entre los que se encuentra Con tu perfume alrededor, La venganza de Miranda Lorenzo, Meciendo muertos entre otros. Estos relatos reúnen estrépitos de un mismo fenómeno: la violencia, suceso que va más allá del pleito particular o del brote aislado en áreas recónditas del país, para convertirse en una constante invariable que penetra en aspectos fundamentales de las relaciones entre mujeres y hombres. Por lo tanto, las narraciones de Franco controvierten particularmente la idea de violencia disgregada y ponen de manifiesto un conflicto cotidiano que afecta la configuración de los géneros y la vida nacional. Dichas consideraciones permiten una lectura diferente del conflicto social colombiano, en el que la violencia no sólo es una forma de limitar los espacios de cohabitación, sino que es un factor categórico en la formación de la identidad y un vínculo de sujeción entre los géneros. En este orden de ideas, la dimensión del trabajo de Franco recompone elementos estructurales de la sociedad, corroborando a través de sus relatos la presencia de unidades constitutivas de una tradición recurrente. La forma de conceptuar la vida política y de prescribir las relaciones entre mujeres y hombres sintetiza la vigencia de un conflicto binario.

La percepción de la violencia en Maldito amor al igual que en otros trabajos del autor, se presenta a manera de actos consuetudinarios de interacción entre sujetos dentro de un espacio histórico en permanente movimiento y confrontación. El material simbólico del que se nutre la sociedad se erige a partir de la apropiación de estructuras y relaciones violentas, constreñidas por un enfrentamiento bélico que tiene su origen en los más hondos sentimientos polares. La violencia entonces, es considerada en su doble acepción: fuente constructora de la identidad cultural y forma idónea de relación social. Ambos fenómenos están legitimados por un conflicto de más de 40 años y que está activo en los espacios humanos narradas por Franco. Al respecto Gustavo Cabo Borda señala: “La cultura encarna los conflictos y desarrolla formas de resistencia, hasta el punto de haberse constituido toda una “cultura de la violencia”. Pero esa cultura es también rebelión crítica ante la opresión” (91).

En relación a estas condiciones históricas, Franco problematiza la concepción de la representación instrumental de la realidad y también la realidad misma como intertexto (Kristeva), para así abordar las vivencias humano como reflexiones autónomas de las formas en las que la violencia contiene en sí los géneros. Los relatos no son exclusivamente el resultado de un proceso de interpretación de la realidad, o de reproducción de la misma, estos son el resultado de una constante interacción de apreciaciones y prácticas colectivas e individuales que se renuevan por medio de acontecimientos cotidianos, y en cuyo interior aflora el fenómeno de la violencia. Este componente es entendido como factor inherente en la construcción de la identidad, es considerado también como un acto humano capaz de delinear dispositivos de género. Por lo tanto, es posible relacionar el fenómeno de la violencia con la formación de significantes del género. En este sentido Judith Butler establece que “ …como estrategia de supervivencia, el género es una representación que conlleva consecuencias” (300).

De lo anterior se colige, que las manifestaciones de la violencia cotidiana exteriorizadas en las narraciones de Franco, son por una parte negociadoras de los hechos históricos y por otra parte operan como entidades vinculantes y gestoras del imaginario dentro de la formación de género. Siguiendo la línea del articulo Actos preformativos y constitutivos de género Butler señala: “El género no es, de ninguna manera, una identidad estable , tampoco es el locus operativo de donde proceden los diferentes actos; más bien, es una identidad débilmente constituida en el tiempo: un identidad instituida por una repetición de actos. (296)

De esta manera, se fijan las anteriores consideraciones sobre la formación y las relaciones de género dentro del contexto de Con tu perfume alrededor, texto en el cual Franco explora las secuelas de la violencia en un joven que se rehúsa a relacionarse con mujeres, por cuanto la presencia de los perfumes y aromas femeninos le producen cierta repulsión. Todo el rechazo se enmarca en un profundo sentimiento de confusión, generado por el homicidio simbólico de su padre. La vida de este muchacho inseguro e incapaz afectivamente está relacionada con sentimientos de amenaza y rencor creados por los lazos entre él y su madre.
Mamá mató a papá. Lo enterró cuando él la abandono.

Tuvo la osadía de buscarse un cementerio y colocar allí

una lápida con su nombre. Yo no entendía por qué los

domingos nos mandaba a ponerle flores y, en la puerta

del mismo cementerio, siempre nos esperaba él para

llevarnos después a comer helados. –Te pusimos

flores, papá –le decíamos. –Las flores son para los muertos

–decía él. – ¿Tu no estas muerto, papá? –no, yo

no estoy muerto. Tu madre fue la que me mató. (30)
Por lo tanto, los dispositivos del imaginario de este personaje están dados en el cuento por sentimiento generados en virtud de una violencia casi invisible ejercida por la madre, al sentirse víctima del abandono de su marido. Como resultado esta madre manipula a su hijo ejerciendo actos de violencia simbólica, que se configuran como secuelas en la forma de apropiarse del género y de las relaciones como sujeto.

Igualmente, es oportuno mencionar algunos eventos históricos para entender la idea de binarismo en el sentido político y de esta manera evidenciar como el conflicto circula entre lo global o nacional y lo íntimo o particular. Así, en sentido cronológico el referente inicial de la violencia aparece registrado con una de las guerras civiles mas largas de América latina, la Guerra de los Mil Días (1899-1902). No obstante, la violencia como fenómeno histórico contemporáneo, aparece relacionada directamente con la muerte del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, acontecimiento conocido como el Bogotazo, al que se le atribuyen el origen de los enfrentamientos partidistas, época conocidos como “La Violencia”. Posteriormente, con el Frente Nacional, fenómeno político que consistió en una acuerdo entre liberales y conservadores para acabar con la violencia, y cuya esencia promovía la repartición equitativa del poder político, al igual que una presidencia alternada. Espacio político que duraría casi 20 años y que anula toda posibilidad de oposición. Esta aparente fórmula de igualdad política para los sectores tradicionales, no coincidió con la voluntad de muchas fracciones de la población colombiana. Se han registrado así, los años sesenta como una época de profundas protestas contra los partidos tradicionales y por lo tanto contra el binarismo político a la vez se señala como la etapa del establecimiento de grupos opositores de izquierda. Más tarde convertidos en núcleos guerrilleros. Hacia finales del Frente Nacional el crecimiento económico por un lado y los desplazados por la violencia partidistas por otro, migran del campo a la cuidad, hecho que movilizó gran parte de la población a los centros urbanos. Estos hechos y sus particularidades cambiaron esencialmente el panorama social de mediados de siglo y por lo tanto el conflicto social ya no se suscribe al espacio exclusivamente político. Hay grandes cambios en la configuración de las relaciones sociales y de género. No obstante, los años 80 con la violencia asociada al narcotráfico, después llamada narcoterrorismo, se dio paso a nuevos elementos en la disposición y la organización política y social de Colombia. Como resultado se producen enfrentamientos que aumentan la violencia y el número de víctimas civiles. Por otra parte, a pesar del cambio de constitución en 1991, se recrudece la guerra de guerrillas, a la par con el aumento de grupos armados fuera de la ley y el enfrentamiento entre sectores del narcotráfico, malogro cualquier posibilidad de cese de hostilidades. Hecho que induce a un reiterado cuestionamiento: ¿es la violencia la única sujeción entre la historia y su gente, entre los hombres y las mujeres?

Este diagnostico histórico, además de ser un marco referencial del conflicto y estar presente en las narraciones de Franco, es una expresión del binarismo que se suscribe como signo y como vehículo de poder. Al respecto Gonzalo Sánchez señala:
The lives of most Colombians born alter the Second World

War and, in particular, after the massive insurrection

following the assassination of the popular leader Jorge

Eliécer Gaitán on April 9, 1948, have been spent under the

sign of violence. Although this is quite often perceived as

simple repetition of previous experiences, it is, in fact, a

violence that has progressively invaded all spheres of public

and private life. Consequently, it is reasonable to suggest

that violence has become the reference point for Colombian

politics, society and economy (1).
De esta manera la política nacional, se traslada a una representación habitual del binarismo, en el sentido en que el sujeto asume y reconoce su género. En otras palabras, vivir como hombre o como mujer es también una forma de ejercer un punto de vista político que se manifiesta en este caso en la intolerancia y en la posición de los géneros al momento de asumirse como entes opuestos en constante conflicto y como sujetos en permanente fricción. Al igual que en la contienda política, la resolución de cualquier diferencia se lleva a cabo por medios del enfrentamiento violento, en virtud de la asimilación de los procesos históricos. La violencia se vincula a la construcción de un pensamiento binario, en cuyo interior se erige tanto la identidad, como los actos de género. Están ausentes del imaginario la concertación como instrumento en la resolución de diferencias, asimismo están ausentes, el establecimiento de relaciones horizontales, tanto en lo relativo a los géneros como en la esfera política. La violencia se convierte en la única forma de relacionarse con el otro y la desigualdad no sólo es la constante entre grupos económicos o políticos, sino también entre hombres y mujeres. Con motivo de esta reflexión, es posible mencionar a Judith Butler cuando establece:
No hay una “esencia” que el género exprese o exteriorice,
ni tampoco un objetivo ideal al que aspire, como el género no es un hecho,
los diversos actos de género crean la idea del género y sin esos actos,
no habría género en absoluto. (301)
De esta manera, el pensamiento binario va proporcionando signos que son incorporados al imaginario de los individuos y que se manifiestan de manera latente. Butler los denomina actos preformativos de género. Por lo tanto, si el origen de la identidad de géneros está en la repetición de ciertos actos en el tiempo, el imaginario cultural se encarga de incorpora la dimensión binaria, abanderada por la historia política del país, para establecer el marco de las relaciones entre mujeres y hombres. La constante pugna no sólo es una respuesta de ese imaginario, sino que es el marco social y cultural para la creación de respuestas violentas, aniquiladoras de las posibles diferencias entre los género. La confrontación es por consiguiente, un acto consuetudinario proveedor de significación y sujeción entre los géneros.

Es así como algunos datos recogidos el año inmediatamente anterior por el Departamento Nacional de Planeación, abastecen de cifras el conflicto. La violencia, a juzgar por el origen, parece reconvertir el enfrentamiento partidista político, para incluir otros dispositivos substancialmente relacionados con el género. Cuyo andamio esta sentado sobre una basta interiorización binaria. Como resultado de dichas estadísticas aparece la violencia interpersonal en Colombia como primera causa de muerte en hombres y mujeres entre los 15 y 44 años de edad. El 60 % de las consultas hospitalarias que reciben casos de urgencias son consecuencia de alguna forma de violencia. En cifras económicas la violencia cotidiana le cuesta al país el 15.2% del PIB y sólo el 20% de los homicidios son resultado del conflicto armado. La violencia en Colombia no es un asunto meramente político, es una práctica que se inserta dentro de los patrones de comportamiento, y es notoriamente una fuente del imaginario social.

Así da cuenta el relato de La venganza de Miranda Lorenzo, cuyos elementos narrativos reconocen la problemática de los actos de Miranda, una mujer que responde violentamente ante las sinrazones de los actos masculinos, guiada por una conciencia de género que la victimiza y la ubica históricamente como un cuerpo carente de agencialidad. Esta mujer asesina relata sus homicidios frente a un juez atónito, que sólo encuentra en Miranda la locura como forma de explicación de sus actos. Obviando la reflexión acerca de la asimilación de la violencia y de las respuestas de Miranda como género victimizado proporciona, en cuyo imaginario el único mecanismo idóneo de relacionamiento social es la aniquilación del otro. El juez la condena a tratamiento psiquiátrico. Este relato comienza así: Yo mate a todos mis amores de mierda porque me hicieron sufrir… Comencé muy niña, sin saber lo que amor y muerte significaban, pero dolida en el alma y aniquilada por no poder dormir. (37).

A continuación Miranda relata la historia de Jeremías su primo el primer hombre que amor y que asesino:

 

Estaba cumpliendo nueve años. Mira Miranda me dijo,
enseñándome un pequeño maletín con equipo medico. Yo me
enamore de él, señor juez…Esa tarde me hizo quitar la ropa
para estrenar su juguete. Era un regalo que me traía pero fue el
quien lo uso. No hubo ningún instrumento que no utilizará, ni
parte de mi cuerpo que quedara sin examinar. Sentí que desde el
momento en que me desnudé ya le pertenecía…
–¿somos novios? –le pregunte –Ahora si que estas enferma, Miranda.
– me contestó.
Miranda perdió el sueño por miedo a la pesadilla en la que su primo aparecía tocándole las mismas partes, que le había tocado aquel día en que jugaban al médico. Jamás pudo volver a dormir, por eso cuando termino de narrarle al juez sus hechos, lo único que pedía era la muerte para aliviar sus penas y entonces poder cerrar sus ojos y dormir.
-Me le aparecí por sorpresa a mi primo Jeremías, quería,
Necesitaba recuperarlo, él era mi dueño, el era mi solución.
Me metí a su cuarto y cuando llego me encontró desnuda, esperándolo, suplicándole con una sonrisa inútil que tomara lo que
yo tenia para él. –Te desprecio Miranda Lorenzo. –dijo mi primo,
muy despacio-. Me arrepiento de todo lo que hemos hecho. Me
repugna tu presencia. Por favor no vuelvas a buscarme.
No le dije nada señor juez. Ni siquiera lo mire… no llore ni
maldije… Esa misma noche cuando lo llamaron a comer,
encontraron a mi primo Jeremías Lorenzo en la ducha, colgando
de su estetoscopio (40).
De lo anterior se desprende que el problema político y las crisis generadas a partir de las dimensiones y expresiones de la violencia, invaden los espacios habituales. La representación y la creación de un sujeto social vinculado esencialmente por actos repetitivos de género, desentraña una enorme respuesta con relación al conflicto. Cada acto humano desencadena la configuración de normas imaginarias en la que hombres y mujeres acuden al momento de responder a sus necesidades de sobrevivencia. Desde esta perspectiva crítica es que se inserta la obra de Jorge Franco, donde se configura el fenómeno de la violencia permanente como eje sistemático de la cotidianidad y por consiguiente concerniente a la relación entre lo masculino y lo femenino. De esta manera, la violencia no es sólo el leitmotiv de sus narraciones, ni tampoco sus personajes son héroes violentos o abyectos. Por el contrario, Franco explora asuntos puntuales de esas relaciones violentas para recomponer el fenómeno y aceptar históricamente un lastre fundamentalmente imaginario. Sin embargo, la crítica aunque escasa, condena las narraciones de Franco, de manera simplista en artículo del Boletín cultural y bibliográfico, en cabeza de Andrés García Londoño y en los siguientes términos:
Allí están las historias y allí esta la tristeza… [los personajes]
Se niegan a aprender… La gran reclamación que puede hacerse
a este libro con base en su propio tema: es simplemente
demasiado contemporáneo (3).
Contrariamente, esa falta de transformación que le endilga García Londoño a estos personajes, es precisamente el valor que tiene en sí mismos, como agentes reveladores de una sujeción de géneros acrecentada por el fenómeno de la violencia. Los personajes no se cubren con un disfraz ideológico o partidista, no son ni sicarios, ni guerrilleros revolucionarios, ni malandrines. Estos personajes difieren del protagonismo de ciertos estereotipos recreados y popularizados a través de la literatura: como el pájaro -protagonista de la violencia de los años 50- retratado por ejemplo en Cóndores no entierran todos los días de de Álvarez Gardeazábal; o como los bandoleros presentes en los enfrentamientos de los caucheros en La Vorágine, tampoco son los hermanos Vicario, asesinos dolosos en el caso de Crónica de una muerte anunciada de García Márquez. No son el arquetipo del sicario de la obra de Fernando Vallejo o los matones del Escarabajo al sol de Laura Restrepo. Su configuración no se relaciona con la violencia de los bandoleros de algunas de las piezas teatrales de Buenaventura, ni con los personajes fílmicos de Rodrigo De o La vendedora de Rosas. No son testimonios del conflicto, como algunas de las obras biográficas de exmilitantes guerrilleros, como el caso de Escrito para no morir de Maria Eugenia Vásquez. Sin embargo, como lo dice Pablo Montoya en su articulo sobre violencia y literatura: “La violencia… la muerte es lo único real” (2).

Si bien la temática de la violencia hace parte del imaginario literario y cultural de Colombia como ya se ha indicado, Maldito amor entiende la violencia sutil y callada, como eje organizador de las estructuras misma de las relaciones humanas. Coexistiendo y estableciendo un signo específico en la forma de concebir y forjar la cotidianidad. Por lo tanto, el discurso de la violencia en Franco se trasforma para expresar demandas de identidad y para desarrollar el proceso de la memoria y de la identidad. En este proceso creativo emerge el acontecer nacional como partícipe de la realidad, pero con una dimensión dual en la que se proyecta la sujeción por un lado, y por otro, los sujetos se resisten a esa sujeción. Las estrategias simbólicas usadas por Jorge Franco adquieren su propia extensión dentro de las prácticas sociales e históricas.

Meciendo muertos, otro de los relatos propone a través de un indiscutible acto de género la siguiente reflexión:

Cuantas veces imaginé cómo sería, cuándo empezarían a salir
los muertos por la puerta de la casa… Dios mío yo que pensé
que nos iríamos en el mismo orden en que llegamos.
No podía dejar de pensar en ellos. Hasta imagine los ataúdes
rodando por la escalera estrecha, se dijo (161).
Alma se da cuenta, que en medio de la oscuridad y de su soledad, los muertos no atienden a un orden lógico, ella sabe que el orden lógico natural está interrumpido por uno artificial, impuesto a los sujetos. Por lo tanto la construcción cultural y simbólica creadora de normatividad toma cuerpo y no puede concebirse desvinculados de esas normas reguladoras. Consecuentemente, el acto de masturbación de Alma se integra dentro de la conciencia que ella tiene como sujeto, al mismo tiempo la presencia de sus reflexiones son una expresión de la interiorización de esa violencia que arranca a los sujetos de sus procesos naturales. En la intimidad de sus caricias, la violencia emerge como parte de la edificación cultural de su género, donde está en juego la reformulación de la dinámica del poder, la comprensión de la performatividad, el entendimiento de lo corpóreo como cultura material y la identificación que admite y excluye determinados procesos históricos. (Judith Butler).
Con la misma mano que había acariciado su piel desabotonó
lentamente su blusa, sin dejar de mecerse, sin dejar de pensar en
los muertos. Quedo con su vientre al aire. El sostén blanco
resplandecía en la penumbra… El frió en las entrañas la volvió
a congelar; busco darse calor con un abrazo propio. Pensó otra
vez en ellos… Creía que papá sería el primero, se mecía y
pensaba, seria el ataúd más grande; abrió las piernas buscando
aire fresco, después seguiría mamá, pensó en la escalera
estrecha, después yo y después Cielo… ahora si, dijo, y
meciéndose desnuda puso sus manos fría sobre su sexo caliente;
sintió que se le calentaban los dedos; se meció mas rápido, miró
hacia la ventana y vio que ya tenia la noche adentro. Nada es
como uno cree, dijo, nos estamos muriendo en desorden. … no
sé para que pierdo el tiempo pensando en muertos si ni siquiera
tengo un vivo que me acompañe (164).
De esta manera, la producción cultural de Jorge Franco, es parte integrante de la construcción de la identidad, el texto custodia y a la vez redimensiona la secuela de los incidentes históricos. Inequívocamente, las narraciones se conciben como corolarios de los actos penetrados por la violencia y como réplicas de un sistema binario. Sin embargo, estos elementos son alterados, dentro y fuera del texto, cuando Franco se apropia de lo cotidiano y considera la presencia de la violencia como parte de la dinámica íntima entre los géneros, más allá del acto de mera denuncia.

Equivalentemente, el espacio narrativo identifica la violencia como un hecho real cotidiano, que además de ser arbitrario, es asimilado como valor simbólico del individuo y de la sociedad. Concebido de esta manera, el fenómeno incide doblemente en la producción literaria y en la reflexión política y social. En conclusión, la construcción de la identidad y las relaciones entre mujeres y hombres son una constante dilatación entre los vínculos que unen y que separan a los ciudadanos receptores o participantes de una violencia real, a pesar de la invisibilidad de algunas de sus expresiones. Esta enunciación se instaura en el imaginario y produce resultados concretos en cuanto al comportamiento de los sujetos y a los mecanismos de sujeción social.

Finalmente, la significación del anterior análisis incluye una visión feminista en la puesta en acción de los conceptos de género. Específicamente en los conceptos que se aplican a la lectura del fenómeno de la violencia, para resignificarlos y apropiar la terorización sobre la identidad de género. De manera que el discurso crítico debe ser leído como una respuesta al conflicto colombiano, en donde el enfoque feminista aborda los mecanismos de coerción entre los géneros. Cabe destacar el trabajo de remantizar los procesos políticos y sociales, en los que la perspectiva de género esta presente y entran en dialogo con la historia. En cuyo interior se aborde la lógica de la guerra como un asunto de vencedores y vencidos en los que permanece el predominio del más fuerte. No obstante, la mujer sigue siendo parte de ese engranaje de poder vertical y bipolar, en el que las reglas normativas determinan la oposición con el hombre en términos estrictamente binarios.
Referencias Bibliográficas
Butler, Judith. “Actos Performativos y constitutivos del género:
Un ensayo sobre fenomenológica y teoría feminista”.
Debate Feminista 9(1998):296-314

“La vida psíquica del poder. Teorías de la sujeción. Introducción”.
Feminaria 22/23 (1999):1-13.

Cobo Borda, Juan Gustavo. “Colombia: cultura y violencia” Cuadernos
hispanoamericanos. 582 (1998): 90-97

Departamento Nacional de Planeación. Periodo 1996-2002. Colombia
http://www.uexternado.edu.co/facecono/obsconflicto/lineas/estadisticas_documentos/
Cifras_Violencia1996.pdf
Franco, Jorge. Maldito amor. Bogota:
Editorial Planeta Colombiana S.A, 2003.
García Londoño, Andrés. .”Los personajes de este libro inspiran lástima pero no cautivan
por su dolor”. Boletín Cultural y Bibliográfico 46 (1998).
Montenegro, Armando & Carlos Esteban Posada. La violencia en Colombia.
Bogota: Alfaomega, 2001.
Montoya, Pablo.
“La representación de la violencia en la reciente literatura colombiana”. Revista estudios de literatura colombiana. 4 (2000): 1-9
Ospina, William. ¿Dónde esta la franja amarilla?
“Colombia: el proyecto Nacional y la franja amarilla. Santafé de Bogota:
Editorial Norma, 1997.
Sánchez, Gonzalo. “Problemas of Violence, Prospect for Peace”.
Violence in Colombia 1900-2000. Wilmington: Scholarly Resource Inc, 2001.