Los fantasmas que nos habitan / www.eltiempo.com/

Por: Álvaro Castillo Granada

“(…) Ahora todo parece estar en su lugar, así sea por poco tiempo. Y nos comportamos como si fuéramos a ser jóvenes siempre”. De esta manera, con esta actitud, nos enfrentamos a la lectura de El cielo a tiros, la séptima novela de Jorge Franco. Sólo para comprobar, apenas transcurridas poco más de veinte páginas, que no es así: que nada se corresponde con lo que esperamos y pensamos, que nada es lo que parece ser, que es más lo que se oculta, se esconde o se disfraza. Las apariencias encubren una narración que poco a poco va surgiendo, conforme transcurre el tiempo de la lectura. Nos damos cuenta de que estamos ante una novela narrada a tres voces, a tres tiempos, en la que al “(…) fondo se ve Medellín, mitad grandeza, mitad miseria. El paisaje no deja de ser conmovedor. Por lo que ha cambiado, lo que ha perdido, y porque este hueco entre las montañas, este hervidero en el que han muerto tantos, que desterró a tantos nos marcó a todos, aún sigue en pie, incluso más robustecido”.

La ciudad y sus maneras de actuar y obrar sobre las personas es, tal vez, uno de los grandes temas de la obra novelística de Jorge Franco. El cómo podemos ser en el lugar que habitamos y dejar de ser lo que creemos para transformarnos en otro es el motivo constante de sus novelas, que no han pretendido otra cosa que dibujar el fresco de un lugar que alguna vez fue la tierra de negociantes y comerciantes emprendedores para transformarse, luego, en un infierno por cuenta de la capacidad de destrucción del narcotráfico.

Seres que esperan, aguardan, buscan y escapan son los que habitan sus historias, de las que no podemos, como lectores, sustraernos. No es posible soltar el libro hasta llegar a la última página porque “(…) la muerte de alguien junta o separa a los que quedan vivos. El dolor une, la culpa separa, la soledad une y tal vez también el miedo, aunque creo que la incertidumbre a veces separa”.

Y esta muerte, estas muertes, son también las nuestras. Porque habitamos sus historias como habitamos nuestras ciudades. Y, a estas alturas de su carrera literaria, Jorge Franco sabe bien que la mejor manera de sorprendernos a todos los que lo leemos y seguimos es no dejarnos escapar ni por un instante porque su Medellín, su infierno, es también el nuestro. Porque los mismos fantasmas nos habitan.

Han transcurrido ya veintiún años desde la publicación en 1997 de Maldito amor, su primer libro de cuentos. Desde ese momento empezó la construcción paso a paso de un universo narrativo tan propio, tan auténtico, que no puede dejar de pertenecernos y sernos verdadero. Es gracias a ese talento que sus personajes se fijan en nuestra memoria y moran como fantasmas porque la vida les reclama el ser más rápidos que la muerte. Esta nueva novela es una prueba más de que estamos ante un talentosísimo escritor y narrador de historias, un escritor que nos permite e invita a entrar en su mundo sin que nos demos cuenta de que siempre ha sido lo contrario: no ha dejado de estar en nosotros.