Maldito amor, por Ramiro de la Espriella

Noviembre de 1996

En este autor se da la paradoja de ser un desconocido que conoce profundamente la naturaleza humana. La refleja en su obra y le da la exacta dimensión de su comportamiento. El tema del amor, indescifrable siempre y cada vez más inagotable.

Sus cuentos están hechos de interrogantes, y todo cuanto parece resuelto en ellos resulta, a la postre, planteándonos nuevos interrogantes insolubles. Tal vez porque se confunda el amor con el despertar de los instintos, y comience y termine en su instante supremo, por lo menos en estos cuentos. Así, a simple vista, sus personajes debían descansar tendidos en el sofá de Freud, sin que deje de existir siempre el peligro de que no encuentren respuestas para sus enigmas.
Es así como en un momento dado no se sabe si quien los interroga es el propio autor, o si se sale de la butaca del espectador para intervenir en escena como protagonista de las acciones.

Movie Star es un verdadero instante cinematográfico, mucho más allá de un libreto. En La venganza de Miranda Lorenzo se mezclan como casi siempre el amor y la muerte dentro de una misteriosa y errabunda imaginación plasmada por el dolor. Un sonreído recuerdo de la adolescencia tiene el relato Las mujeres de Charlie Brown y la presencia del amor ausente se repite todos los días frente a la ventana del Hotel Florida, así como la penumbrosa niña del camión.
Y el travestismo mental que se hace verdad todas las noches en la imagen de Marilyn Monroe, que había muerto el día en que nació el personaje del relato, es un verdadero caso síquico que debía ser estudiado a la luz de las desviaciones mentales. Su percepción desgarrada: “… Dios nunca se enamoró de una mujer, por eso no sabe lo que los hombres sabemos…”. Y Golondrina, secuestradora de la guerrilla, pero también con una profunda capacidad amatoria. En fin, la solterona de los votos del enclaustramiento monacal, su recuerdo ” que se diluye entre culpa y deseo”, que de nuevo nos trae a la memoria el conocido poema de Silva donde evoca a don Juan de Covadonga frente a su hermano el prior, ajeno al rescoldo del fuego parpadeante del amor.

En fin, este es un libro que debe ser leído al lado de alguien, de alguien que no maldiga del amor, entre otras razones porque el amor no tiene cuenta de regreso cuando llega el desamor, y pese a todo es bien probable que termine en la memoria del olvido, así paradójicamente, como en estas fugaces vivencias.