Mentiras en el paraíso

Dra. ASCENSIÓN HERNANDEZ
Dpto. Historia del Arte
Universidad de Zaragoza

Jorge Franco Ramos. Paraíso Travel, Mondadori, Barcelona, 2002.

Paraíso Travel, la última novela del escritor colombiano Jorge Franco Ramos, toma su nombre de una ficticia agencia de viajes que promete alcanzar –como su propio nombre indica- el Paraíso, a la sazón EEUU que es lo más cercano al Edén que un inmigrante latinoamericano pueda desear. Pero el Paraíso casi nunca se alcanza, por eso el título resulta al final paradójico y triste, porque esconde la historia de la infamia que representa esa nueva forma de esclavitud contemporánea que es la inmigración ilegal en el siglo XXI, el ambiente trasfondo de la novela.

Como en su obra precedente Rosario Tijeras (Bogotá, 1999), editada en todo el mundo y ganadora de diversos premios entre ellos el Premio Internacional de Novela Negra Dashiell Hammet (2000), el ambiente original de la narración y contexto desencadenante de la acción es Colombia, país que acaba expulsando a sus hijos al exilio como cuenta Marlon Cruz, el protagonista y narrador de la obra: “Colombia te va dejando sin argumentos”, “un país donde en cualquier esquina está acechando la tragedia, lista para enlutarte”. Pero si en Rosario Tijeras el escenario era Medellín, capital mundial de la violencia, ahora será sustituida parcialmente por Nueva York, ciudad con la que se establecen notables paralelismos por su violencia y su capacidad destructora; ambas son ciudades infernales, urbes en conflicto que marcan y alteran la vida de los personajes, que cobran un mayor protagonismo que el de ser mero escenario de la acción. ¡Por algo ambas comparten la condición de capitales literarias, desarrollándose en los dos casos una notable literatura urbana! Sin embargo, a pesar de ser bien conocida las muchas novelas que sobre Nueva York se han escrito, desconocemos en general la prolífica producción literaria generada en los últimos veinte años en torno a Medellín y que, genéricamente, ha recibido el título de “novela de sicarios o sicariato” por ser estos jóvenes asesinos a sueldos los protagonistas de las más relevantes novelas, entre ellas la ya citada Rosario Tijeras y también La Virgen de los Sicarios, famosa obra del escritor Fernando Vallejo.

De vuelta a Paraíso Travel y a su autor, Jorge Franco Ramos pertenece a ese grupo de escritores que han despertado de nuevo la atención sobre la literatura colombiana actual, semioculta entre nombres de prestigiosas y archipremiadas figuras literarias y ensombrecida por la dramática cotidianeidad del país. Autor de un libro de cuentos Maldito amor y otra novela Mala noche, además de la mundialmente famosa Rosario Tijeras, en esta nueva obra -de triste actualidad por el tema tratado- el autor vuelve de nuevo a una técnica cinematográfica utilizada ya en su novela anterior: el flash-back. Marlon Cruz, el protagonista masculino, nos narra su historia durante las horas que dura el viaje de Nueva York a Miami, donde se encontrará con Reina, su amor perdido. Como en Rosario Tijeras, el protagonismo de la acción recae de nuevo en una mujer de fuerte carácter y nombre mítico (puesto que ninguno de los dos nombres es el real, ni Reina ni Rosario se llaman así, sino que son nombres simbólicos que tienen que ver con su historia personal y su personalidad), que arrastran a los hombres a la acción, aquí en concreto a Marlon de Medellín a Nueva York y de Nueva York a Miami.

En realidad y siguiendo con los paralelismos cinematográficos, Paraíso Travel es una espléndida roadmovie literaria –y aquí aparece de nuevo la formación y la experiencia profesional del autor y sus relaciones con el mundo del cine y la televisión-, en la que Jorge Franco Ramos hilvana tres historias que se entremezclan continuamente de forma magistral, con una aparente facilidad y extraordinaria rapidez a través de unos diálogos ágiles y contundentes, a la vez llenos de lirismo. En Medellín se inicia la relación amorosa entre los protagonistas y es el punto de origen del viaje, ilegal y lleno de angustia y sobresaltos, que les lleva de Colombia a Estados Unidos. En Nueva York, Marlon y Reina se separan accidentalmente y Marlon, desesperado y perdido comienza una infructuosa búsqueda, un tiempo de olvido de sí mismo, que concluye cuando se encuentra con otros paisanos ya asentados en la ciudad que le ayudan a situarse, a buscar su nuevo lugar en el mundo como residente ilegal, sin papeles, inexistente a los ojos de la administración norteamericana. Al final, Marlon encontrará de nuevo a Reina, a la que no ha dejado de buscar en todas las calles y en todas las mujeres de Nueva York, pero ya no en esta ciudad sino en Miami, otro de los focos de inmigración latina y es en su viaje hacia esta ciudad, cuando nos relata su accidentada relación.
Al fondo queda una historia de sueños rotos y la sensación de desaliento que produce una nación –Colombia- que obliga a sus habitantes a exiliarse o matarse (Reina dice numerosas veces “si me quedo, me mato”, llegando incluso al intento de suicidio), del dolor causado por los abusos sobre los inmigrantes, los nuevos esclavos del milenio, de la desolación y la sensación de pérdida, de completa deshumanización que provocan las metrópolis contemporáneas. A pesar de ello queda una pequeña esperanza final porque el viaje de Marlon, como todo viaje trascendental y verdadero, es más importante por lo que revela mientras dura que por lo que se encuentra al final. En la novela el viaje como medio de conocimiento, un recurso habitual en la literatura y el cine, sirve al protagonista al recordar las experiencias vividas para reconstruir sus sueños (¡tan diferentes los de Reina, empeñada en perseguir el sueño americano, a los de Marlon, cuyo sueño es conseguir a Reina!), ver cómo se desmoronaron paulatinamente y volver a forjar una nueva ilusión. Precisamente uno de los rasgos más hermosos de esta emocionante novela, en la que Jorge Franco Ramos ha demostrado de nuevo su pericia de excelente constructor de historias (diríamos guionista cinematográfico si esto no fuera considerado como menoscabo de la excelente calidad literaria de la obra), es el final que no desvelamos, pero que opone al nacionalismo patriótico tan abundante por desgracia en nuestros tiempos, la patria real: la de los afectos y las emociones. Todo ello sin que el autor deje de lamentar lúcidamente –como lo hacemos todos los que conocemos ese fascinante país que es Colombia- la situación de “una patria que no ofrece nada que no sea sangre y muertos y un futuro de pobreza”, además de una literatura profundamente humana añadiría yo.