Por: Dora Luz Haw
Rosario Tijeras es una niña adulta de mirada fría y sonrisa escueta, una mujer seductora capaz de amar a dos hombres al mismo tiempo, de tirar del gatillo si la miran mal y de llorar con las canciones de María Conchita Alonso.
¿Por qué así? Pues porque a Rosario la vida no le dejó pasar ni una; por eso se defendió tanto, creando a su alrededor un cerco de bala y tijera, de sexo y castigo, de placer y dolor.
El escritor colombiano Jorge Franco Ramos (1962) conoció a muchas “Rosarios” en Medellín, ciudad en la que vivió durante años. Por eso no pudo evitar el impulso de escribir, en una sola, todas esas historias que lo impactaron terriblemente.
Estas “Rosarios” son mujeres que trabajan en el “sicariato”, es decir, el brazo armado del narcotráfico, un ejército integrado por niños y niñas de bajos recursos que creó la mafia cuando se tuvo que enfrentar al Estado y a otros cárteles.
Franco, quien ganó el Concurso Nacional de Narrativa Pedro Gómez Valderrama y el primer premio en el XIV Concurso Nacional de Novela Ciudad de Pereira, comenzó a pensar en la posibilidad de escribir algo al respecto cuando conoció la tesis “La religiosidad en el sicariato”, en donde descubrió cómo es que los sicarios han puesto a la religión al servicio del crimen.
En ella encontró testimonios que le conmovieron, así que buscó personalmente otros, con jóvenes que se encontraban en correccionales. Aprovechó también el hecho de haber sido testigo de la problemática del narcotráfico para complementar su texto.Rosario Tijeras, novela cuyos tiempos son muy fílmicos, ya que se recurre constantemente a los flashbacks, fue un boom en Colombia. Franco asegura que la primera edición se presentó un jueves en la Feria del Libro de Bogotá y que para el sábado de esa misma semana ya se había terminado, así es que en ocho días tuvieron que sacar la segunda edición.
Hasta ahora se ha publicado en inglés, francés, alemán, italiano, portugués y griego, y actualmente es un libro de texto que se lee en las universidades. Sesenta mil títulos se han vendido en ese país y una cantidad similar de ediciones piratas.Para evitar crear una crónica periodística o caer en lo “sangriento” de la noticia diaria, el autor puso un prisma ante esta realidad para que proyectara algo diferente: una historia de amor, el “lado suicida” del amor, como diría “Parcero”, narrador y uno de los protagonistas de la historia. “Me interesaba conocer las sensaciones generales de estas mujeres, sus miedos, la música que oían, descubrir qué esconden tras la coraza de la violencia. Son niñas que crecieron a la fuerza, con una carga vital más grande que la de cualquiera. Son mujeres agredidas y violentadas desde que nacieron.
“Mientras que los hombres eligen trabajar para el narcotráfico a cambio de lujos y excesos, ellas lo hacen como una manera de sacar odio, de cobrar venganza, por una rabia que ha ido creciendo y que las lleva a matar”, dice. El autor, quien aclara que no intenta hacer una apología del delito, busca mostrar que esta problemática es producto de la misma sociedad, que los jóvenes actúan de esta manera porque antes han sido violentados con el olvido, y porque la violencia es un problema de generaciones atrás. “La pelea de Rosario no es tan simple; tiene raíces muy profundas, de mucho tiempo atrás, de generaciones anteriores; a ella la vida le pesa lo que pesa este país, sus genes arrastran con una raza de hidalgos e hijueputas que a punta de machete le abrieron camino a la vida, todavía lo siguen haciendo; con el machete comieron, trabajaron, se afeitaron, mataron y arreglaron las diferencias con sus mujeres. Hoy el machete es un trabuco, una nueve milímetros, un changón. Cambió el arma, pero no su uso”, dice en su novela.
Las palabras “narcotráfico”, “sicario” y “narcotraficante” jamás aparecen en el texto. El autor atribuye esto a que en Colombia la gente se acostumbró a utilizar eufemismos en lugar de llamar las cosas por su nombre. Las causas son hipocresía y miedo, ya que mucha gente estaba involucrada.Piensa que la violencia en su país existe desde que se independizaron de España y que cada vez es más demencial. Prueba de ello son la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico, la delincuencia común y la corrupción en el Gobierno. La doble moral y la mentira están ligadas a este fenómeno porque, cuando comenzó, el Gobierno y la misma sociedad fueron alcahuetes y condescendientes con lo que sucedía, ya que esto provocó una bonanza económica. Sin embargo, ahora está padeciendo los resultados de la desestabilización social que ocasionó.
El autor, quien hizo estudios de dirección y realización de cine así como en literatura, escribió el texto en primera persona con el fin de poderse meter en los sentimientos de alguno de los personajes.El narrador es “Parcero”, un cobarde tierno que representa para Franco una personalidad universal: la de aquel que tiene un amor secreto y callado. El personaje se enfrenta a una mujer violenta, con un mundo oscuro y un pasado incierto, que le impiden contar su amor.”Siempre he pensado que en el amor no hay parejas, ni triángulos amorosos, sino una fila india donde uno quiere al que tiene delante, y éste a su vez al que tiene delante de sí y así sucesivamente”, dice el personaje.
Franco, quien es autor de las novelas Maldito amor y Mala noche, comenta que siempre le ha interesado hablar del amor porque en él confluyen muchos sentimientos, conductas culturales, miedos, instintos y odio.”Porque es un sentimiento que te hace perder, la persona más ecuánime se transforma… Hay personas han dado un reino por un amor y, aunque no sé si eso era amor, el Presidente de los Estados Unidos tenía a su gobierno tambaleando por una mujer”, agrega. “La pelea de Rosario no es tan simple; tiene raíces muy profundas, de mucho tiempo atrás… a ella la
vida le pesa lo que pesa este país”